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Mayo 2013
Edición No. 291
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El Laberinto Dormido


José Flores Ventura


Una región de mucho misterio la que se encuentra en Parras llamada Ciénega del Carmen -así dicho por don Benjamín uno de sus habitantes- y no dejaba de recalcarlo mientras sentado en un burro y nosotros descansando en el fondo del barranco, platicábamos amenamente bajo el sol del mediodía las historias de vivencias en esta apartada estadía.

No habíamos deparado en lo cierto de considerar esta zona como misteriosa hasta que empezamos a descubrir con nuestros propios ojos poco a poco sus tesoros ocultos, mientras pasaba el tiempo recorriendo los lomeríos y cerros en este recóndito lugar muy apartado de la civilización. Si bien, hace 10 años la habíamos visitado, hoy con más detenimiento y tecnología nos dimos cuenta de lo vasto y enigmático de sus vestigios que en una época de clara abundancia sustentó toda una población en sus inmediaciones hasta mitad del siglo pasado.

Las más de mil rocas con grabados rupestres que se hallan solamente en dos lomas largas llamadas El Dormido y Sabanilla; nos posicionan en una época apenas prehistórica hasta tiempos recientes donde predomina la simbología cristiana, pero los motivos autóctonos son dignos de mencionar ya que no encajan del todo con los sitios cercanos como El Molino, los de La Laguna en San Rafael o los que se hallan hacia el este como Narigua. Si bien cierta simbología es repetitiva como el exceso de círculos, otras son casi exclusivas como las formas de mancuernas, las representaciones de arco y flecha, los tableros compuestos y finalmente un laberinto, hasta ahora el único encontrado en Coahuila.

Los laberintos en la iconografía rupestre mundial no son raros, se dice por ejemplo que algunos de los geoglifos de Nazca son laberintos de gran tamaño. Otro gran sitio se localiza en Caborca, Sonora, donde Dominique Ballereau documenta más de 126 laberintos de estructura desordenada, geométrica regulares o irregulares que recuerdan, según otros autores, los trazos de tejidos, muchas veces asociados a petrograbados zoomorfos o antropomorfos. (El Arte Rupestre de Sonora, Dominique Ballereau en El Arte Rupestre de México, 1990).

El laberinto del Dormido no encaja con ninguno de los ejemplos arriba mencionados, nunca se había encontrado otro similar en Coahuila ni siquiera que pudiera catalogarse como tal sin estar bien deliberando, ya que en la arqueología nada es lo que parece. Sin embargo no sólo el catalogarlo como laberinto realza este único petroglifo del resto, sino otras características implícitas en él. Resulta que el grado de complejidad cataloga a su autor en otro status, ya que para diversos investigadores los grabados se hicieron estando en trance bajo sustancias alucinógenas como el peyote, por ejemplo, resultando en grabados aparentemente incoherentes y sin formas parecidas a la realidad.

El laberinto echa en tierra esta aseveración y saca de la barbarie a estas culturas del desierto largamente menospreciadas hasta la actualidad. El diseño propio del grabado hace pensar que ya estaba en la mente del autor(es) y para su realización se tuvo que buscar una roca adecuada y plasmar sobre su cara un bosquejo, porque el espacio de la cara expuesta es el precisamente adecuado para hacerlo. Las líneas curvas que se desplazan a partir de una estrella de ocho rayos, zigzagueando y enrollándose, casi exactamente espaciadas entre sí, en ocho pasos van recorriendo desde el centro hacia afuera formando el contorno de una manzana o corazón. La última línea envuelve todo el trabajo hasta terminar en un ápice a manera de gancho. Todo este trabajo se realizó sin pausas o en una sola exhibición.

Catalogarlo como laberinto obedece a que tiene una entrada o salida, se tiene que recorrer todo el espacio entre las curvilíneas tanto por fuera como por dentro hasta llegar al centro, como en algunos video-juegos donde se va adentrando en diferentes escalas o “mundos” hasta llegar a un castillo escondido en medio de ellos. A diferencia de éstos, una vez que se inicia el recorrido de adentro hacia afuera o viceversa no hay forma de equivocarse en el traslado hasta llegar al final.

Salvo guardado entre las espinas de la lechuguilla seca en lo alto de la loma, El Dormido resalta de las demás formas por la exquisitura de su hechura grabada con delicadeza, un misterio grande la envuelve por su rara forma y más por su posible significado que quizás jamás lo conozcamos, pero es uno de los tesoros de la arqueología mejor conservados por su compleja grandeza.

Entre el caótico océano de petroglifos en La Cuenca de Parras, surge una idea plasmada tan sublime como el pensamiento más puro, pero complejo como la idea más rebuscada que sólo una cultura pudo haber hecho, la de Coahuila prehistórica.

 
                         
         

         
                             
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